Nuestro amor comenzó suave, delicado, en pleno invierno. Con las ansias de encontrarnos, de ser esa otra persona, que siempre buscamos. Y así fue que navegamos por las aguas de la belleza, de la sensibilidad, de la ternura, de la pasión, de la amistad. Y cada día la entrega fue mayor. Con tu prudencia y mi impulsividad hemos logrado combinar el equilibrio de nuestros corazones.
Pero una noche, nos dejamos la primera herida, yo a vos, y vos a mí. Una marquita, pequeña, en el corazón. Y uno se pregunta ¿por qué ahora? ¿por qué cuando el amor va remontando vuelo ocurre esto? ¿por qué cuando las almas comienzan a abrazarse en la intimidad de los sueños, nos enfrentamos? ¿por qué tu frase “tal vez no seamos el uno para el otro” la sentí como una copa de cristal quebrándose en miles de piezas? ¿por qué las lágrimas brotaban de un lugar mucho más profundo que el corazón, acompañadas de un dolor, que hasta este momento nunca había experimentado? ¿por qué cuando no medimos las palabras podemos abrir puentes de distancia, que sólo nos conducen a la soledad más profunda?
La tormenta pasó y me volviste abrazar, como lo haces siempre, con tu protección y tu dulzura, pero sabemos, al mirarnos, que hemos atravesado en el mar de nuestra travesía, la primera herida.